En plena propagación del coronavirus, la comisión dedicada a mantener protegidos de enfermedades infecciosas a los residentes de la región fronteriza de Estados Unidos y México desmanteló sus oficinas; expertos en salud piden su reactivación
Por Lauren Villagran / El Paso Times
El Paso, Texas– En medio de la pandemia, la comisión dedicada a mantener protegidos los residentes de la región fronteriza de las enfermedades infecciosas empacó todo en su sede en El Paso, pidió que sus contrapartes en México recogieran sus pertenencias y se mudó.
La oficina de la Comisión de Salud Fronteriza Estados Unidos-México, ubicada en un edificio de ladrillo, en una esquina bien iluminada, en el número 211 de la calle Florence, había servido del lugar en el que profesionales de la salud pública de ambos lados de la frontera se reunieran, hicieran planes y colaboraran sobre temas de salud, desde la tuberculosis hasta el virus Zika y las enfermedades de transmisión sexual.
Durante dos décadas, la comisión entregaba apoyo federal crucial a las iniciativas de salud locales en la región fronteriza.
Pero la sección estadounidense se vio devastada durante la pandemia del COVID-19, justo cuando los expertos dicen que más se necesitaba para coordinar las comunicaciones binacionales en la frontera entre EE. UU. y México.
En lo que las comunidades fronterizas evalúen las lecciones aprendidas durante la pandemia, con la esperanza de conducirse mejor la próxima vez, los expertos en salud de la frontera dicen que se puede empezar por reactivar a la Comisión de Salud Fronteriza.
“Tantas personas habían dedicado la vida por tener en la frontera una institución, que sea para la frontera, administrada por residentes de la frontera – sí con el consejo y el apoyo de los gobiernos federales, pero supervisada y con el ejercicio del liderazgo en salud fronteriza”, dijo Eva Moya, profesora asociada de trabajo social en la Universidad de Texas en El Paso (UTEP) , quien estuvo como directora de la sección estadounidense de la comisión del año 2000 al 2005.
La doctora María Julia Marinissen, directora interina de la comisión, dijo que el gobierno de Biden está comprometido con fortalecer la comisión y rechazó inquietudes referentes a cualquier ausencia de parte de Estados Unidos como parte de “la fábrica de chismes”.
“No hay ningún abandono”, dijo Marinissen durante una llamada por video de su oficina en la Ciudad de México. “En definitiva la visión se dirige a fortalecer la comisión y, como digo, darle a la comisión una voz que quizá no tuviera en los últimos cuatro años”.
El COVID-19 azotó a ambos lados de la frontera en cuestión de días, llevándose miles de vidas en oleadas que llegaban en momentos reflejados. El costo de no entablar una estrategia binacional para combatir la pandemia se dio de inmediato, cuya medida fueron las 7 mil 800 vidas perdidas en El Paso y en Juárez. Las restricciones a los viajes no esenciales en la frontera entre Estados Unidos y México separaron a las familias y a los comercios de su clientela fiel durante más de 20 meses.
La pandemia también expuso las extremas vulnerabilidades de la región fronteriza. Los residentes de Juárez sufren los mismos índices de obesidad, hipertensión y diabetes que ponen a los de El Paso en alto riesgo de complicaciones.
Para mayo del 2021, cuando la comisión abandonó la oficina donde había estado hace muchos años, cualquier ilusión que tuvieran las comunidades de la frontera estadounidense de poder sobreponerse a la pandemia sin coordinar con sus comunidades hermanas en México se había desvanecido. A pesar de las restricciones contra los viajes no esenciales, la gente cruzaba entre El Paso y Juárez cientos de miles de veces al mes, reflejo de una comunidad de fuertes lazos.
Visto a través del lente de la epidemiología, son inseparables El Paso y Juárez.
La comisión es “un modelo de colaboración y cooperación”, dijo el doctor Manuel de la Rosa, vicepresidente del Centro de Ciencias de la Salud en la Universidad Tecnológica de Texas (TTU) y miembro de la comisión. “Seas mexicano o estadounidense, lo que eres realmente es residente de la frontera”.
“Ese fue el concepto que fundamentaba la comisión de salud fronteriza: Van y vienen los gobiernos, pero la gente de la frontera continúa con problemas por resolver y se fían entre sí para resolverlos”, dijo.
Un ‘líder internacional’ en la salud pública
Desde siempre las comunidades fronterizas han mantenido sus propias redes formales e informales para hablar de salud pública – amigos médicos, consejos binacionales y, durante el COVID-19, hasta un chat de WhatsApp con docenas de participantes en El Paso y en Juárez.
Pero la U.S.-Mexico Border Health Commission mantenía a los gobiernos federales de EE. UU. y México informados y participantes. Ofrecía una vía de financiación de proyectos a lo largo de la frontera, desde vigilancia de enfermedades de aviso oportuno a rastreos de contactos para la tuberculosis; ferias de salud y grupos de trabajo para resolver problemas compartidos en cuanto a enfermedades infecciosas y crónicas.
Las oficinas de la comisión cubrían la frontera de casi dos mil millas entre los dos países, con una sede estadounidense en El Paso y una sede mexicana en Tijuana.
“Es una operación poco conocida”, dijo Jimmy Kolker, exsecretario asesor para asuntos globales del Departamento de Salud y Servicios Humanos de Estados Unidos (HHS, por sus siglas en inglés), al expone ante el comité de relaciones extranjeras del Senado en junio de 2020, “pero cuando pensamos en la seguridad en la frontera es muy importante también pensar en la cooperación en la frontera”.
Dijo que la comisión es “un excelente ejemplo donde cuatro estados fronterizos de E.E. U.U. y cinco estados fronterizos de México se reúnen periódicamente para intercambiar información sobre amenazas a la salud con la participación directa de las poblaciones que viven del otro lado de la frontera y los departamentos estatales de salud”.
En las anteriores oficinas de la comisión en el centro de la ciudad, una placa a la entrada del portón de dobles puertas describía la naturaleza binacional de la comisión, con lemas gemelas para las secciones de EE. UU. y México.
La oficina abandonada es testamento de los lazos rotos durante los años de Trump, dijo Moya.
“La misión de la organización es la de ser un líder internacional en cuanto a la salud de las personas en la frontera. Por eso se creó”, dijo. “Por ende, la pregunta es, ¿dónde estaba la comisión? Y la pregunta sigue, ¿dónde está la comisión?”
Una cuna de cooperación binacional
Existe evidencia que la idea de la “salud pública en la frontera” nació en El Paso y Juárez, ciudades hermanas que se volvieron una cuna temprana de la cooperación binacional, según Julie Collins-Dogrul, profesora asociada de sociología en Whittier College en el sur de California.
Los Estados Unidos y México comenzaron a cooperar inicialmente en el control de la sífilis en la década de los años 1940 en El Paso y Juárez, y después con la tuberculosis, a través del Organización Panamericana de la Salud (PAHO).
La oficina se convirtió en la primera organización de salud pública en la frontera entre E.E U.U y México y se estableció antes que la Organización Mundial de la Salud, indicó Collins-Dogrul.
La Comisión de Salud Fronteriza fue nieta de estas tempranas iniciativas, y no fue fácil.
La relación entre Estados Unidos y México se ha caracterizado durante mucho tiempo por brotes de amistad interrumpidos por arranques de desconfianza. Cuando llegaban las crisis de salud, a veces el clamor por la cooperación se ha visto apagado por cada lado echándole la culpa al otro por los problemas.
En 1917, Estados Unidos respondió a la tifoidea con emitir una “cuarentena férrea” contra los mexicanos y requería que fueran “desinfectados” en la frontera para controlar la enfermedad. México contraatacó con detener a 200 ciudadanos estadounidenses que cruzaron al sur porque no llevaban certificados de desinfección, según Collins-Dogrul.
Pero en las décadas de 1980 y 1990, “los médicos en El Paso y en Juárez temían que se necesitaría mejor coordinación entre las dos naciones en temas de la salud pública”, dijo Steve Mumme, profesor de ciencias políticas en la Universidad Estatal de Colorado, quien ha estudiado la comisión. “Parecía un ámbito que a gritos requería mayor coordinación binacional y mejor integración, sino de recursos directos, sí de comunicaciones transfronterizas sobre condiciones de salud”.
Después de años de preparación diplomática, en julio del 2000, los secretarios de salud de EE. UU. y México firmaron el acuerdo que estableció la Comisión de Salud Fronteriza.
En California, comenzando el 2010, la comisión patrocinó un programa llamado Leaders Across Borders. El programa, de 10 meses, instruía a los profesionales médicos y líderes comunitarios en temas de “diplomacia de la salud”, y cómo diseñar proyectos para abordar las necesidades de las comunidades poco servidas en la región fronteriza.
Durante un tiempo, la comisión era una de tres organizaciones transnacionales importantes que se enfocaban en la salud transfronteriza, incluyendo la Organización Panamericana de la Salud, o PAHO, de las Naciones Unidas, y la U.S.-Mexico Border Health Association. La PAHO cerró su oficina de campo en el 2013 y la asociación realizó su última reunión anual en el 2009.
Así se quedó sola la comisión
Si bien el gobierno de Trump coordinó un importante acuerdo binacional en el acuerdo de libre comercio entre los Estados Unidos, México y Canadá, — un nuevo TLC – dejó que otros esfuerzos de colaboración con México se quedaran por el camino. La cumbre de líderes norteamericanos, un foro importante para discusiones sobre la seguridad regional, la inmigración la salud y otros temas, no se reunió durante la presidencia de Trump.
El lado estadounidense de la comisión de salud en la frontera perdió aproximadamente la mitad de su presupuesto, con una reducción general en su financiación a $1,1 millón en el año fiscal 2020, cuando había sido $2,2 millones en el año fiscal 2016, según el HHS.
El efecto fue escalofriante
“La fuerte conexión de la comisión con (ambos) gobiernos federales en su momento se consideraba una fuerza, pero durante la era de Trump, era una debilidad, y su gobierno retiró el apoyo”, dijo Collins-Dogrul. “En Estados Unidos seguía existiendo la comisión, pero fue restringida, sin poder ofrecer liderazgo cuando ocurrió la crisis del COVID-19 a nivel mundial y en la frontera entre los Estados Unidos y México”.
‘Hemos intentado seguir avanzando’
La oficina de la doctora Martha Sánchez está recluida dentro del complejo bullicioso de la Secretaría de Salud del estado de Chihuahua, en el Paseo Triunfo de la República, en Ciudad Juárez. Un mapa en la pared indica el largo de la región fronteriza entre Estados Unidos y México; un estante de libros tiene 13 copias del ‘English-Spanish Dictionary of Health-Related Terms’.
“Las cosas habían cambiado incluso antes de la pandemia”, dijo.
Los recortes en el presupuesto en Estados Unidos llevaron a una reducción en la colaboración entre EE. UU. y México, dijo, ya que ambos países habían concordado en financiar los proyectos 50 a 50. “Aun así, hemos intentado seguir avanzando, seguir haciendo actividades”, dijo Sánchez.
A pesar del vacío en liderazgo federal en la salud de la frontera, los locales han seguido cultivando los lazos transfronterizos. Sánchez y otros colegas en Juárez se presentan para colaboraciones locales que la comisión tendría que amplificar.
Una tarde reciente de febrero, Sánchez se unió virtualmente a colegas en la salud pública en el sur de Nuevo México y en El Paso, para compartir una gama de iniciativas en la región fronteriza – estudios sobre la salud de migrantes en Juárez; los planes que tiene El Paso de unirse a un estudio sobre aguas residuales de los Centers for Disease Control; el rol de las promotoras en las campañas por vacunas contra el COVID-19 en el sur de Nuevo México.
También participó en la llamada por Zoom Angela Mora, subdirectora de salud pública en El Paso. Terminó su presentación sobre el proyecto de los CDC con una invitación a sus colegas de habla española: “Aquí tienen su casa”, dijo. “Nos gustaría tener una relación más estrecha con ustedes”.
Una estrategia binacional para la salud pública
En lo que veía que su comunidad se hundía en la desesperación en el otoño de 2020, representante Verónica Escobar (demócrata por El Paso) intensificó su llamado al gobierno de Trump para que colaborara con México para desarrollar una estrategia binacional para combatir la pandemia en la región fronteriza.
Estaban colmadas las camas de las unidades de cuidados intensivos, y El Paso había llamado a 10 morgues móviles para atender a los que habían muerto. En Juárez, donde escaseaban las pruebas del COVID-19, los profesionales médicos atribuían centenares de muertes mal contadas a la “pulmonía”, incluso cuando muchos sospechaban que era el nuevo virus.
Nunca estrategia binacional se concretó, ni bajo Trump ni tampoco todavía bajo Joe Biden.
Haciendo eco de legislación previamente propuesta por el exsenador por Nuevo México, Tom Udall, Escobar presentó proyectos de ley que reavivarían la Comisión de Salud Fronteriza con nuevos fondos y una redefinición de las responsabilidades. Dijo que considera que la comisión podría ser “un vehículo, que a mi parecer, poco utilizado, sin muchos recursos y poca inversión, y quiero ver que eso cambie”.
Ha tenido experiencia con la comisión durante previos puestos en los que ha servido en el gobierno del condado, dijo, y la redescubrió durante la pandemia cuando se frustró con la falta de liderazgo estratégico de alto nivel para atender la salud pública de la frontera.
“Recuerdo haber tenido una conversación con mi equipo legislativo”, contó. “Dije: ‘sé que alguien tiene que estar a cargo de esto. Sé que no estamos volviendo a descubrir la pólvora”.
Escobar presentó la ley H.R. 1538, la Binational Health Strategies Act de 2021, el 3 de marzo, 2021. El proyecto de ley, con ocho copatrocinadores demócratas y el apoyo del representante republicano de Texas, Tony Gonzales, exhorta a Biden a comenzar negociaciones con México para abordar la preparación ante enfermedades infecciosas en la región fronteriza entre Estados Unidos y México, y exige que la comisión entregue un plan estratégico binacional con respecto a COVID-19 y futuras pandemias.
Por separado, Escobar presentó la ley H.R. 4812, copatrocinada por siete demócratas, la cual reestablecería financiación a la comisión, y le daría la responsabilidad de mejorar la salud de los residentes fronterizos, entablando vigilancia transfronteriza de enfermedades infecciosas y creando un sistema para dar la alerta a médicos y autoridades de salud pública en cuanto a amenazas emergentes a la salud en la región de la frontera. Esta ley la presentó el 29 de julio, 2021.
Al día siguiente de la presentación de cada proyecto de ley, el Comité de la Cámara de Representantes sobre Energía y Comercio los refirió al subcomité sobre la salud, donde ambos proyectos de ley han estado congelados durante meses.
‘Ponernos las pilas’
La Comisión Fronteriza de Salud Estados Unidos-México ha encontrado un nuevo hogar en El Paso, según la General Services Administration, instancia que administra propiedades y arrendamiento federales.
La GSA indicó que había asignado y renovado un espacio más pequeño para la comisión en el R.E. Thomason Historic Courthouse ubicado en 511 E. de la calle San Antonio, en El Paso, para un término de 10 años. Sin embargo, nadie ha ocupado el local.
Marinissen dijo que los últimos dos empleados de la comisión han estado teletrabajando, según las reglas federales durante la pandemia.
Al mismo tiempo, dijo, “Hemos enfatizado mucho durante los últimos cuatro o cinco meses una nueva formulación de nuestro lado, y por eso es que tardó un poco ponernos las pilas”.
La oficina, de 1.474 pies cuadrados en el edificio histórico da hacia el sur. Sus puertas dobles estaban bajo candado un lunes reciente de febrero; tampoco había señal del emblema de la comisión, sólo un papel adherido a la puerta que decía “Suite 306”.
“Ha sido uno de los mayores errores haber desmantelado, esencialmente, las organizaciones que hubieran podido ser desplegadas binacionalmente para crear una estrategia – la PAHO, por ejemplo, o la Comisión de Salud Fronteriza”, dijo Tony Payan, director del Centro para Estados Unidos y México de la Rice University.
“Espero que hayamos aprendido la lección”, dijo, “que para el futuro debemos restaurar algún arreglo institucional al que llamar a acción rápidamente si hay otra emergencia como una pandemia”.
Si existiera duda alguna referente a la necesidad de una institución binacional dedicada a la salud pública, Moya, anterior directora de la comisión, hizo eco de un dicho que ha sido lema para los expertos en la salud global por casi un siglo:
“La enfermedad no conoce fronteras”, dijo. “Se desplaza con gracia al norte, sur, este y oeste. No lleva ningún tipo de visa ni carné nacional. Y por ende, matará a su antojo.”
Lauren Villagran se encuentra en lvillagran@elpasotimes.com
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Este contenido fue producida como parte de Puente News Collaborative, una asociación binacional de organizaciones de noticias en Ciudad Juárez y El Paso, de la que forma parte La Verdad.