A pesar de que la doctora Sheinbaum exclamó desde la campaña que la Nueva Escuela Mexicana prevalecería, habría que ver si se mantiene intacta o si se le hacen adaptaciones relevantes. Habrá que ver el rol que juega Mario Delgado en todo este proceso
Por Hernán Ochoa Tovar
Los últimos sexenios se han caracterizado por tener una discontinuidad en materia educativa. Tan sólo mirando hacia atrás, podemos atisbar que el expresidente Felipe Calderón tuvo su reforma educacional; posteriormente, el gobierno de Enrique Peña Nieto –por conducto de Emilio Chuayfet y, luego, de Aurelio Nuño– hizo la suya; mientras AMLO cumplió a carta cabal cuando, estando en campaña en 2018, dijo que terminaría con “la mal llamada reforma educativa” (sic). En efecto, fue una de las primeras acciones que llevó a cabo durante su administración, pues, habiendo tomado posesión el 1 de diciembre de 2018, para el primer semestre del 2019 ya había sido aprobada la reforma educativa del obradorismo; misma que posee discontinuidades, pero también metas comunes respecto a la controversial enmienda que sustituyó, y era tan rechazada por las bases magisteriales (de los diversos sindicatos, cabe aclarar).
Bajo este contexto, AMLO supo leer bien la atmósfera y se aprestó a echar abajo una reforma impopular, pues, aunque la reforma que había sido promulgada al calor del Pacto por México, durante el gobierno de Enrique Peña Nieto (2012-2018) tenía elementos que reivindicaban el ejercicio profesional docente, la manera en la cual intentó llevarlo a cabo generó que se generara enemigos en ambos flancos; pues tanto el magisterio oficialista como el disidente, eventualmente la terminaron repudiando.
AMLO, como hábil político que es, comprendió que no podía seguir en una guerra de larga duración con el gremio magisterial. Por tal motivo, les escuchó desde la campaña, y, aunque eventualmente se acercó más al SNTE, en un principio tuvo el importante endoso tanto de la cúpula del mismo, como de la disidente CNTE, la cual había sido piedra angular en la formación de MORENA, como se ha expresado en este espacio en algunas ocasiones.
Fue así como se cocinó la Nueva Escuela Mexicana. Se buscó un nuevo modelo que reivindicara la narrativa gubernamental, la cual se ha venido oponiendo al neoliberalismo y a las ideas que la precedieron. Cabe destacar, el modelo educativo en ciernes –porque tiene poco tiempo de haber sido piloteado y arrancado, casi en los albores del sexenio– tiene puntos destacados. Ejemplo de ello es que preconiza el humanismo, revaloriza los saberes indígenas y autóctonos, además de que vislumbra el pensamiento complejo y la interdisciplinariedad.
Si las últimas reformas habían prolongado –en la narración y en la praxis– el neoliberalismo educativo, la última busca no sólo transformarlo, sino romperlo. En este entendido, resulta importante recordar que las últimas enmiendas (de la Modernización Educativa del salinismo, al Modelo Educativo para la Educación Básica, gestado durante el peñanietismo) privilegiaban el derrotero del individuo por sobre el de la sociedad, poniendo vocablos de la ciencia económica para llevarlos al desarrollo educacional del educando –particularmente la noción de competitividad–.
La NEM busca romper con eso, pues vindica el quehacer comunitario por primera vez en muchos años, vislumbrando el bienestar de la persona como algo relevante, pero que debe impactar en el quehacer del barrio y de la comunidad. Siendo positivos, quizás el espíritu de Vygotsky de Freire iluminó a Marx Arriaga y compañía cuando se hallaban confeccionando los pormenores de la NEM, pues su influjo se percibe en distintos puntos nodales de la misma (por aquello que, el periodista Salvador García Soto exclamase en un señero artículo que la NEM se encontraba más cerca de Paulo Freire que de Piaget).
No obstante, a pesar de las buenas intenciones, los claroscuros no dejan de estar ahí. Si bien, la reforma se promulgó de manera temprana, no ocurrió lo mismo con el Marco Curricular, que hubo de esperar los albores de la pandemia para ver su confección y posterior pilotaje (hasta 2022).
De manera similar, algunos analistas vislumbran que, a contrapelo de la narrativa obradorista, la NEM no implica una ruptura total con el pasado, sino que hubo disfraces y espejimos. Ejemplo de ello es que el doctor Gilberto Guevara Niebla (experto en educación y quien fuera subsecretario durante la gestión de Esteban Moctezuma Barragán en la SEP) refiere que algunos vocablos neoliberales que contenía el modelo anterior –el de Nuño y Peña Nieto– sólo fueron camuflados, pues la calidad sólo fue sustituida con la categoría de excelencia.
En el mismo tenor, lo que antes se conocía como competencias ahora serán conocidas como dominios del saber; motivo por el cual se puede deducir que hubo una metamorfosis de los términos, mismos que fueron sustituidos por otros más amables, quizás en aras de convencer al magisterio de la preeminencia del cambio (cuando las luces y sombras se encuentran bastante visibles sobre la mesa, tal y como podemos atestiguar).
Por otra parte, una cuestión que causó escozor dentro del magisterio fue la gestación de USICAMM. Esto porque, cuando se consolidó la actual reforma educativa, los diversos sectores magisteriales pedían la desaparición del Servicio Profesional Docente, lo cual a la postre ocurrió; pero la administración obradorista sustituyó con la unidad en mención. A pesar de la estratégica alianza que se conformó entre el gobierno federal y buena parte del magisterio, el surgimiento de USICAMM fue vislumbrando como una mutación de la antigua oficina, y nunca dejó del todo satisfechos a buena parte de las bases del magisterio.
Quizá por ello, la doctora Claudia Sheinbaum ha anunciado que dicha dependencia desaparecerá, una vez iniciado el próximo sexenio. De consolidarse, veremos un giro interesante respecto a la presente administración. Empero, aún quedan incógnitas en el aire que habremos de develar por espacio de los próximos tiempos.
Por ejemplo, a pesar de que la doctora Sheinbaum exclamó desde la campaña que la NEM prevalecería, habría que ver si se mantiene intacta o si se le hacen adaptaciones relevantes. Esto porque, aunque tiene puntos muy destacados, también posee áreas de oportunidad que pudieran mejorarse, y eso habría que explorarse de manera pronta. De igual manera, habría que ver el rol que juega Mario Delgado en todo este proceso, pues, en el sexenio pasado fue partícipe de la vieja reforma educativa; mientras en el presente revindicó la actual hasta la ignominia.
También, resulta importante destacar que Mario Delgado posee experiencia política, pero no es un conocedor cabal del quehacer educativo nacional. Empero, su conocimiento del intríngulis podría ayudarle a transitar de manera tersa con los diversos intereses que se entrecruzan. Complejas encrucijadas enfrentará la educación en el sexenio que está por comenzar. Veremos cuál es su derrotero y las sorpresas que nos otorgue.