Si bien lo ocurrido en Estados Unidos será utilizado por la derecha, en México la marea verde no tendrá retroceso; aún así, es urgente continuar con la despenalización social y el cambio cultural impulsado por las agendas feministas para cerrar el paso a cualquier indicio de regresión
Por Hiram Camarillo
Twitter: @jh_camarillo
El eco de la decisión judicial que dio revés al precedente Roe v. Wade llegó a México. No tardaron los comunicados de grupos provida para difundir su alegría y calificar como histórica la decisión de la Corte Suprema de Estados Unidos, al punto de compararla con la abolición de la esclavitud. Aunado a eso comenzaron a incitar en redes sociales sobre la posibilidad de revertir la tendencia en este país. Lo cierto es que, si bien los grupos conservadores tomarán raja argumentativa de la revocación del caso Roe v. Wade, aquí la marea verde no tendrá retroceso. Explicaré el porqué.
En Estados Unidos, la tradición jurídica distingue dos paradigmas sobre la interpretación constitucional: el originalismo y la teoría de la constitución viviente. El primero argumenta que los jueces deben interpretar la Constitución de manera estricta y según la intención de los redactores (quienes están bajo tierra hace más de dos siglos). El segundo arguye que la interpretación de la Constitución debe evolucionar con el paso del tiempo y adaptarse a las circunstancias.
En 1973, la composición del máximo tribunal era en su mayoría liberal y adepta a la interpretación evolutiva, lo que permitió reconocer que la Constitución protegía la libertad de las mujeres de abortar sin medidas restrictivas durante el primer trimestre.
El argumento central fue que tal libertad, si bien no estaba plasmada textualmente, derivaba del derecho a la privacidad. Buena parte de la población les reprochó “excederse de sus facultades”, puesto que el fallo no representaba el sentir del pueblo (efectivamente en aquel entonces la mayoría de la población estaba en contra de la despenalización). Se les calificó como activistas judiciales, por lo avanzado de sus interpretaciones y no acotarse a la lectura textual de la carta magna.
En los últimos periodos presidenciales, el sector conservador fue ganando espacios en la Corte, lo que la colocó en la posibilidad de revertir aquel fallo judicial. La semana pasada los argumentos de la Corte fueron antitéticos a los de hace casi cincuenta años: el derecho al aborto no se extrae de la Constitución y por tanto debe dejarse en manos de los congresos y no de los tribunales. La mayoría de los jueces adujeron que corresponde a los legisladores de cada estado decidir si se sanciona o no el aborto. Es decir, así como en el siglo XIX un esclavo dejaba de serlo si cruzaba de un estado a otro, hoy puede significar diferencias respecto a ser perseguida o no por abortar.
Ahora abrevaré el tópico del aborto en México. En 2007 la Asamblea de Representantes del entonces Distrito Federal despenalizó en su legislación la práctica del aborto durante las doce primeras semanas de gestación. Más de una década después se sumaron Oaxaca, Hidalgo, Veracruz, Baja California, Coahuila, Colima, Sinaloa, Guerrero y Baja California Sur.
El caso de Coahuila es particular, en tanto que la despenalización no derivó del poder legislativo, sino vía judicial. El año pasado la Corte mexicana al resolver una demanda interpuesta por la PGR sentenció que el Código Penal de Coahuila era inconstitucional al establecer una pena de prisión a la mujer que voluntariamente practicara su aborto.
Los ministros razonaron que penalizar el aborto de manera absoluta vulneraba el derecho de la mujer y de las personas gestantes a decidir. Ese llamado derecho a decidir no aparece textualmente en la Constitución. Es decir, así como la Corte estadounidense se apoyó en el derecho a la privacidad, la Corte mexicana tomó como sustrato los derechos de autonomía, salud, libre desarrollo de la personalidad, no discriminación e integridad personal; una base de derechos que resulta más robusta que el argumento liberal de la privacy.
La importancia de ese caso mexicano radica en que su resonancia no se acotó geográficamente a Coahuila. Desde entonces, las razones de la Corte obligan a todos los jueces de México, tanto federales como locales, para que, al resolver casos, consideren que son inconstitucionales las normas penales de las entidades federativas que aún criminalizan el aborto de manera absoluta.
Ya explicados ambos contextos y ante el resurgimiento de voces provida en México —acostumbradas a tergiversar información— se debe aclarar que en este país es casi imposible que se dé un revés como el sucedido en Estados Unidos. Hay un concepto plasmado en la Constitución mexicana desde 2011 denominado principio de progresividad. Este principio implica que los legisladores tienen prohibido emitir leyes que limiten el alcance ya logrado de los derechos humanos y que los jueces no pueden interpretar las normas de manera regresiva.
Aplicado al tema, el principio de progresividad se traduce en que, aunque hay estados pendientes de aprobar la despenalización, ya no habrá vuelta atrás ante los avances legislativos y judiciales logrados.
Además, con todo y sus desperfectos, el sistema jurídico mexicano se ha afianzado sobre la visión de un constitucionalismo democrático. Esto es: que los derechos humanos son contra-mayoritarios. Un derecho siempre debe protegerse, aún y en contra de lo que prefiera la mayoría del pueblo o las legislaturas. Y ese papel de protección le corresponde al juez constitucional.
Seguramente lo ocurrido en el país vecino a nivel discursivo será utilizado por la derecha para señalar que los tribunales imponen “criterios de muerte” y argüir que no existe derecho constitucional al aborto. Por ello, aunque México tienen bases jurídicas sólidas para no retornar, en por lo menos un mediano plazo, es urgente continuar con la despenalización social y el cambio cultural impulsado por las agendas feministas. Esto permitirá despenalizar el aborto en las entidades faltantes y cerrará el paso a cualquier indicio de regresión. En México, la marea verde sigue subiendo y no se detendrá.